Primera invernal al Hielo Norte



Pablo Besser, Nicolás Von Graevenitz y Francisco Urzua realizaron en julio la primera invernal del Hielo Patagónico Norte.
Foto: Pablo Besser
El chileno Pablo Besser, Nicolás Von Graevenitz y Francisco Urzua realizaron la primera travesía invernal al Hielo Patagónico Norte, tras siete años de postergar, por unas cosas u otras, esta expedición. El gusanillo nacía cuando el chileno completaba en 1998 la primera travesía integral del Hielo Patagónico Sur. De este modo, completaría el cruce Norte - Sur o el Gran Slam de los Hielos Patagónicos.

En un total de 31 días, el trío recorrió los 130 kilómetros de largo en su sentido longitudinal. La entrada elegida fue por el glaciar de San Rafael, al norte, aunque no tan al norte como por el valle de los Exploradores. Sin embargo no se eligió esta última porque supondría subir los 3.500 metros de pared norte de San Valentín y a partir de ahí salir hacia el sur.

"Claramente no es mucha distancia si lo comparamos a otros grandes recorridos glaciares, pero posee dos grandes obstáculos, la entrada por un glaciar horriblemente agrietado y la salida por otro tanto o más, y más desconocido, por cierto", señala Pablo Besser. Así que manos a la obra, la expedición partía hacia Aisen el 3 de julio, portando con ellos el equipaje necesario para ese largo mes de travesía: comida, una carpa, equipos de diferentes tipos y un teléfono satélite Globalstar.



Imagen de la ruta realizada en el Hielo Patagónico Norte.
Foto: Pablo Besser
Larga entrada
Tras un fallido viaje en barco desde el puerto de Asien, ya que tuvo que regresar a tierra al poco tiempo de partir por un fallo en el motor, y un segundo intento, esta vez en avioneta, el grupo conseguía llegar a la laguna de San Rafael. Allí, dedicarían tres días para portar toda la carga hasta un mirador donde se podía ver el glaciar, donde pasaron noche, y continuarían la subida por su costado hasta llegar a lo que sería el campo 2. Lluvias y más lluvias les acompañaron durante todo el tiempo.

El campo 3 se situaría posteriormente al pie del Cerro Pico Norte. Ya el tiempo comenzó a ser más invernal, pasando de las lluvias al frío seco y las nieves. El San Valentín, la Torre Tobler y los picachos del sector Leones se erigieron ante los ojos de los exploradores. Pero el avance era lento. Ya en el campo 6, empezaron de nuevo las lluvias y las grietas sólo les dejaron avanzar unos 300 metros. "La hipotermia y su letargo nos tomaban sin darnos cuenta, siendo esta una condición muy peligrosa pues te afecta lentamente y no te das cuenta hasta que ocurre algún accidente".

Ese día por la tarde, el grupo discutió sobre si se podría realizar la travesía ya que el tiempo que llevaban para entrar, unos 15 días, era el doble del estimado en un principio. "El San Valentín no era suficiente para satisfacernos aunque lo subiéramos, ¡era la travesía o nada! Decisiones, esa es la clave de toda expedición". Al día siguiente partieron sin carga con la intención de llegar lo más interior posible y ver si su objetivo era factible.



Imagen del Cordón Aisen, de unos 20 kilómetros de longitud.
Foto: Pablo Besser
Y tras las oscuridad, la luz
"Si no encontrábamos una pasada y las grietas más arriba continuaban al infinito, perdíamos la expedición. Pero a una hora de andar, las grietas se fueron redondeando, suavizando, por fin estábamos en el plano y en la distancia se veía solo nieve, cerros y horizonte. Un camino abierto al buscador paciente. Regresamos y en unas horas estábamos avanzando, con trineos y esquíes al interior de la meseta patagónica. ¡Qué placer!"

El mal tiempo y el white-out (efecto que produce pérdida de visibilidad y de profundidad de campo por la falta de sol) hicieron difíciles los tres siguientes días. Más adelante, tras salir del campamento 8, se toparon con gran cantidad de grietas, unas "grietas maléficas", ya que era fácil caer por ellas. Pero al fin salió el sol, "dándole realidad al mundo virtual de nubes en que ya estábamos casi acostumbrados a vivir", apareciendo ante sus ojos el Cerro Hyades y el Cerro Largo.

Una vez atravesado el glaciar San Quintín, en donde tuvieron que cambiar algo el itinerario debido a las grietas, llegarían al Cordón Aisen, de aproximadamente 20 kilómetros, donde el equipo fue rodeando gran cantidad de cerros. Después, vendría el Portezuelo Colonia, una estrecha ruta entre dos cerros, al pie del nacimiento del glaciar del mismo nombre, el cual no pudieron atravesar a la primera, por la nula visibilidad. 




El glaciar Steffen,en donde tuvieron que dejar parte del equipaje debido al sobrepeso.
Foto: Pablo Besser

Meta cercana

Al día siguiente, la expedición pudo al fin hacer frente al portezuelo. "A los costados, sendos cerros con seracs amenazadores, de hecho con el sol del día empezaron a caer seracs que llegaban al valle. Nico abrió la ruta en un duro esfuerzo, todos siguiéndolo como poseídos, sólo pensando en subir, en llegar al portezuelo, esta era la cima mas preciada de la expedición, que poco a poco se fue entregando. Tras cinco horas aproximádamente nos encontramos en un gran plano, a un costado el picacho de roca, a nuestras espaldas la meseta del hielo patagónico norte y lo nuevo por hacer al frente. Un momento duro, emotivo, intenso".

Más de 15 kilómetros les esperaban a la jornada siguiente, cuando el grupo abandonó el campamento 16 y partió dirección al glaciar Steffen hasta llegar a su parte inferior, en cuya zona encontraron, por suerte, las grietas muy cubiertas por la nieve. Sin embargo, a medida que avanzaron por el glaciar, la cosa se fue complicando. Las grietas comenzaron de nuevo hasta obligarles a usar crampones para tirar del trineo.

Tras salir del campamento 18, el grupo continuó hacia el sur aunque hubo un momento en el que no podía avanzar y tuvo que desviarse hacia el este. Sin embargo, al poco, "enormes filos y grandes grietas lo impedían". Iban sobrecargados de peso así que optaron por quedarse sólo con las mochilas. Los trineos , esquís, cuerdas y bastantes más cosas fueron abandonados a su suerte. Al final del día, los expedicionarios montaron lo que sería el penúltimo campamento.



La expedición terminó la primera invernal al Hielo Patagónico Norte el 2 de agosto.
Foto: Pablo Besser
Tierra firme a la vista
"Deseábamos salir por fin. No es que estuviéramos mal, agotados o aburridos pero como toda travesía, tenía que tener un fin y algo en uno siempre desea volver a tierra a condiciones mas gratas. Mientras otra parte aún desea permanecer más en el hielo, pues con el tiempo la estadía en el hielo patagónico solo dejaría los buenos recuerdos y lo intenso que es la vida en él. Dejamos nuestro último campamento en el hielo y bajamos, cada vez más fácil hasta que caminamos por un plano de hielo desnudo y llegamos donde el hielo muere. Aquí los tres nos juntamos, dando por terminada la travesía del Hielo Norte."

Ya sólo les esperaría una noche a la intemperie. Al día siguiente fueron recibidos por una pareja con los cuales tomarían un bote en el río Huemules hasta llegar al mar, donde cogieron otro bote. De ahí a Tortel, luego a Coyhaique y por último, Santiago. Llegó el final de una experiencia que los tres nunca olvidarán.

"Al terminar este romance de 11 años con los Hielos Patagónicos, queda la alegría de lo hecho, la satisfacción de algunos pequeños logros, pero lo que más me ha entregado, es el conocimiento de que no hay límites a la aventura si esta se prepara bien, se organiza bien, pero lo más importante, si se coloca el corazón en ella. Sólo bajo la marca del corazón, se toma el camino correcto."

Álbum de fotos de la primera travesía invernal al Hielo Patagónico Norte

Fuente: www.desnivel.com

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