Ecuatorianos en ruta al Campo Base del Everest,

Nyalam, 06 de abril 2006

Son las 10:03pm hora local, 9:03am hora de Quito y mis compañeros de Equipo duermen en el pequeño cuarto de hotel en el que pasaremos la noche. Han transcurrido 10 días desde que dejamos Quito y aun nos restan al menos 3 días más de viaje hasta llegar al Campo Base – Cara Norte del Everest, sobre el glaciar Rombuck.
Han sido 10 días muy intensos. Empezaron con un transito de pocas horas en Nueva York, ciudad en la que Edison, nuestro coordinador logístico, realizó compras de material de pluma y provisiones; Julio y yo lo acompañamos en un agitado recorrido por varios almacenes especializados, antes de tomar nuestro vuelo de conexión hacia Lyon – Francia.


Nuestro itinerario sufrió el primer retrazo en el aeropuerto de Schipool en Ámsterdam, ya que la continuación del vuelo hacia nuestro destino parcial había sido cancelado. Luego de solicitar nuestra apreciada comprensión, darnos las explicaciones del caso, un cupón para comida y una tarjeta para hacer una llamada internacional, las agentes de la línea aérea nos ubicaron en el vuelo más próximo a la ciudad gala; El mismo saldría a las 3:30pm, es decir, seis horas más tarde que lo inicialmente planeado. Pero en fin, el trato cálido y respetuoso que recibimos en Holanda le restó significado a la espera forzosa, si bien ella haría imposible llegar a las oficinas de PETZL ese mismo día. Ya encontraríamos la forma de recuperar esas valiosas horas.

Una vez en Lyon fuimos recibidos por mis amigas de la adolescencia, Sandrine y Fabienne Nouvelot, quienes nos acompañaron hasta Crolle, cerca de la ciudad de Grenoble, sede principal de PETZL. Ahí nos esperaban los representantes del fabricante francés para hacernos la entrega oficial del material técnico de montaña que había sido donado a Expedición 2006 Ecuador al Everest: piolets técnicos, arneses, cascos, mosquetones, etc., todo de última generación. Una vez entregado el equipo y tomadas las fotografías de rigor, los ejecutivos de PETZL nos desearon la mejor de las suertes en la continuación de nuestra aventura. Ya de vuelta en Lyon, Sa y Fa nos nos mimaron con una estupenda cena de despedida.
Al día siguiente, tomamos el primer tren de la mañana hacia Paris, aeropuerto Charles de Gaule. Aquí encontramos el primer contratiempo serio.
Al llegar al chequeo de embarque de la compañía aérea que nos llevaría a nuestra siguiente escala, Bahrain, fuimos informados que nuestros boletos tenían una restricción de peso de 20kg por persona; En los trayectos anteriores se nos había permitido transportar dos piezas de equipaje de 32kg cada una por pasajero. Inmediatamente nos comunicaron que transportar el exceso de peso hasta nuestro destino final nos costaría EU4,500. Obviamente, pagar tal suma de dinero estaba totalmente fuera de toda lógica y de nuestras posibilidades, por lo que iniciamos un proceso de negociación a todo nivel, en idioma francés, con todo el personal de la aerolínea en el aeropuerto. Finalmente, el jefe de estación accedió a transportar las dos piezas de 32kg por persona. Sin embargo, dos de nuestras maletas sobrepasaban esa cantidad en un total de 10 kilogramos. Empezó así el segundo capítulo de nuestro calvario en Paris. Debíamos decidir lo que abandonaríamos en el aeropuerto para cumplir con la limitación de peso, provisiones o piezas de equipo.
Nos decidimos por dejar buena parte de las provisiones previstas para los campos de altura, ya que podríamos reponerlas de alguna manera en Katmandú. Tras tres intentos por bajar el peso a los 32kg por maleta, aun teníamos 1kg de exceso en una de ellas, y esto fue razón suficiente para que el jefe de estación nos indicara de manera radical que nuestro tiempo había terminado y que no nos permitiría subir al avión.  El hecho de que fuéramos en una expedición al Everest y que cada cosa que llevábamos eventualmente podría significar nuestra supervivencia en la montaña era absolutamente irrelevante. Nos informó adicionalmente que los vuelos para el día siguiente y para todo el mes de abril estaban totalmente llenos y que no podría acomodarnos en ningún otro vuelo hasta el mes de mayo. ¡Ya podrán ustedes imaginar nuestro estupor! Aparentemente nos habíamos quedado varados en Paris, sin más opciones de ser transportados hasta Katmandú.
Obtuvimos luego el número telefónico de la compañía aérea en Paris para tratar de exponerles el problema y encontrar una solución. La respuesta que obtuvimos fue que debíamos llamar a la agencia de viajes que nos había vendido los boletos aéreos para hacer el reclamo y quizá obtener una solución de ellos. ¡No podíamos creer lo que oíamos! Empezamos a barajar nuestras opciones y la primera conclusión fue la de tratar de comprar boletos en otra línea aérea. Nos pusimos a trabajar en esta opción y luego de constatar los precios, nos preparamos mentalmente para pasar un mes en Paris. ¡Estábamos perdidos!

¿Qué más podíamos hacer para salir de este rincón en el que nos encontrábamos? Recordé que uno de mis mejores amigos de juventud, con quien tengo una excelente relación y una afinidad muy estrecha vivía actualmente en las cercanías de Paris, así que lo llamé y le conté esta historia.
Acordamos que él volvería a llamar a las oficinas de la línea aérea y se presentaría como nuestro agente y demandaría una solución aceptable al problema. La táctica dio el resultado esperado. Cuando volví a llamarlo más tarde, nos dio la buena noticia de que como "concesión especialísima", la aerolínea accedería a transportarnos al día siguiente. Respiramos con alivio y buscamos un hotel cercano para pasar la noche.

Al día siguiente, Laurent, mi amigo que nos había ayudado a salir del problema, vino a buscarnos para llevarnos al aeropuerto. Para nuestra sorpresa, ese día trabajaba otro personal que no estaba en conocimiento de nuestro problema. Aquí vamos de nuevo, pensamos todos. Pero afortunadamente el personal de turno era mucho más razonable que el del día anterior y rápidamente estábamos chequeados con nuestro equipaje y listos para embarcarnos hacia Baharein, Muscat y finalmente, nuestro destino Katmandú.
Nuestra permanencia forzosa en Paris nos había costado otras valiosas 24 horas, a las que se sumarían 3 horas adicionales por retraso de la conexión Muscat - Katmandú.

El domingo 2 de abril a las 9:30pm, con 42 horas de retrazo, aterrizábamos en la ciudad que sería el punto de partida de nuestra travesía por tierra a través de la frontera entre Nepal y el Tibet. Para recibirnos a Julio y a mi, estaban Paulina y Edison, que habían llegado en otro vuelo el día anterior, y Sangge Serpa, nuestro contacto logístico local. Sangge nos dio la bienvenida a la manera tradicional, poniéndonos un collar hecho de flores multicolores, ¡Welcome to Nepal!.

Los dos siguientes días fueron de mucha agitación, corriendo de un lado a otro por las caóticas y contaminadas calles de Katmandú, en busca de los últimos elementos de equipo y provisiones para nuestra expedición. El retrazo de 42 horas empezaba a pesar sobre nuestras cabezas. Los maoístas habían anunciado un paro general a partir del 6 de abril, por lo que era imperativo que saliéramos el 5 con rumbo al Tibet. Con el propósito de recuperar tiempo, nos separamos en dos grupos para cubrir más rápido los detalles logísticos pendientes. Lo logramos, no con poco esfuerzo, y a las 3am del día previsto para la partida, todo nuestro cargamento estaba listo y empacado. A las 6am del 5 de abril, como había sido acordado, Sangge estuvo en la recepción de nuestro hotel con sus ayudantes para cargar el transporte que nos llevaría hasta la frontera China.

El trayecto entre Katmandú y la frontera no estuvo libre de sobresaltos. La carretera atravesaba  por áreas rurales con presencia de rebeldes maoístas. Muy cerca del pequeño poblado donde nos detuvimos para almorzar notamos un extraño movimiento de fuerzas militares. Inicialmente pensamos que se trataba de un ejercicio de entrenamiento, pero cuando la primera granada explotó a unos quinientos metros de nuestro transporte, nos dimos cuenta que se trataba de un enfrentamiento a bala entre soldados y guerrilla.
La gente del poblado pronto se acercó para pedir a gritos que los lleváramos a un lugar seguro. Subieron los que cabían en el techo y en el poco espacio que quedaba en el interior del vehículo. Avanzamos algunos kilómetros hasta donde se encontraba una planta hidroeléctrica. Ella estaba siendo resguardada por un pelotón de soldados y ellos habían bloqueado la carretera. Uno de ellos le ordenó al chofer retroceder unos cientos de metros y esperar. Pasaban los minutos y la impaciencia crecía. Era
>necesario intentar negociar el paso con el militar a cargo. Bajé del vehículo, acompañado del cocinero asistente de la expedición, y caminamos hasta que estuvimos a distancia de conversación de los militares. A señas y una mezcla de español, inglés y nepales explicamos a los soldados que el bus transportaba a una expedición extranjera al Everest y que era de vital importancia que nos dejaran pasar. Luego de una corta discusión, los soldados levantaron la barra que bloqueaba el camino y así pudimos proseguir nuestro camino, superando el segundo obstáculo serio.

Ahora solo quedaba uno antes de ingresar en Tibet, cruzar la frontera con China. Al llegar al poblado fronterizo en el lado Nepalí, una centena o más de ansiosos lugareños se aglomeraron alrededor de nuestro transporte en busca de una oportunidad de ganar unas rupias porteando nuestras cosas hasta el otro lado. Las formalidades de inmigración se desarrollaron sin inconvenientes, aunque la desaparición momentánea del pasaporte de Edison causó la aceleración de nuestro pulso. Afortunadamente el documento fue
recuperado prontamente y todos respiramos aliviados.

Una vez en el lado tibetano, empezamos a ascender por las estribaciones de la cordillera del Himalaya en vehículos 4X4. En menos de 3 horas de camino habíamos ganado 2400 metros de altitud. Ahora estamos en Nyalam, un de los tres poblados donde pasaremos una noche en nuestra ruta al campo base Cara Norte del Everest, y el último que visitaremos que cuenta con facilidades de Internet y telecomunicaciones hacia el exterior del Tibet.
Por ahora el Equipo Ecuador Sin Limites ha superado todos los obstáculos encontrados con mucha solvencia y confiamos en que será así en lo que nos queda de nuestra aventura.

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