Dhaula, sin oxígeno y con tragedia

La mejicana Eva Martínez ascendía el Dhaulagiri sin oxígeno y con parte de su equipo regalado por miembros de la expedición española en la que participaban Sagaste y Valencia, que fallecían en el descenso. Por Jorge Jiménez Ríos jorgejimenez@desnivel.com Actualizado 17.07.2007 16:47 La mejicana Eva Martínez junto a parte del equipo que la acogió en la expedición al Dhaulagiri. Foto: Col. Eva Martínez Lo logró sin oxígeno y con un equipo precario. Nos llega ahora, una vez recuperada, la crónica de la ascensión de Eva Martínez Sandoval, mejicana de 40 años, que ascendía los 8.167 metros del Dhaulagiri, apoyada por seis españoles. Dos de ellos, Santiago Sagaste y Ricardo Valencia, fallecieron en el descenso debido a una avalancha producida por las malas condiciones climatológicas hace dos meses. Eva nacía en Aldama en el 66. Ya desde pequeña se fue acercando a las montañas, hasta que en 2001 comienza una carrera profesional en el alpinismo, firmando las ascensiones de cumbres como el Annapurna o la Chulo Este (6.056 m). Este 25 de marzo partía desde Méjico hacia Nepal con la intención de hacer cumbre en el Cho Oyu (8.201 m) pero la logística, el tiempo y el clima la llevaron a las nieves del Dhaulagiri. Antes, el 8 de abril conoció a los españoles Bruno Gaspar, Santiago Sagaste, Ricardo Valencia, Luís Royo y José Ángel Sánchez. Fue entonces cuando decidieron emprender la expedición juntos. La mejicana carecía de los recursos suficientes: «Ellos me regalaron una chaqueta, unos calcetines y algo de equipo de montaña». Eva había acudido a Nepal con dos capas de ropa, dos chaquetas, un arnés y un casco. Y sólo pidió un mosquetón. A pesar de todo, esta odisea dejaba a la alpinista con una deuda de cien mil pesos (6.300 euros). El 9 de abril afrontaban el trekking hasta el Campo Base del Dhaula; seis días entre abundante vegetación, cultivos, hordas de mosquitos y el agresivo calor del valle. Una vez llegaban al CB coincidían con la expedición de Iñaki Ochoa y Jorge Egoecheaga, quienes completaban un ascenso express poco después, aunque Jorge era evacuado en helicóptero por congelaciones. «Cuando nos enteramos de la caida de Jorge todos nos abrazamos y lloramos. Lo dimos por muerto, pero después apareció vivo en el interior de una grieta», declaraba Eva. A Egoecheaga, que se hacía con su octavo ochomil, le amputaban dos dedos. Algunos días más tarde, el italiano Sergio Dalla Longa fallecía a poca distancia de la cima cuando le fallaba una de las fijaciones. Según Eva, en el Dhaulagiri se palpaba la tristeza. Vista del Dhaulagiri. Foto: mariomerelli.it Su turno Ahora le tocaba a ella intentarlo. Pensó en Sergio momentos antes del ataque a cumbre y recordó que el italiano había fallecido sin casco. «Los españoles me decían que los sleepings que llevaba eran de mala calidad, pero dentro de mí yo decía que mi chamarra y mi ropa sí me van a servir. No sentía tanto temor por mi vestimenta, sino por el casco», rememoraba la alpinista. Partieron hacia la cumbre, a pesar de los malos presentimientos: «Este monte es hermoso, como todos los demás, pero tiene algo especial, no se pero quizá ya presentíamos lo que iba a suceder», reconocía la mejicana, primer mujer de esta nacionalidad que asciende "La Montaña Blanca". Para Eva el ascenso se convirtió en una tortura, caminaba muy lenta y sin equipo de oxígeno suplementario. Había momentos en los que la vencía el sueño. Encordados llegaron a la cumbre, permanecieron unos minutos en ella. «Fue maravilloso, nos toco una noche con una luna muy grande y a su lado una estrella que parecía un trébol abriendo y cerrando sus hojas», aseguró Eva. Cuando iniciaban el descenso, Mike Dorshy, un australiano que formaba parte de aquel improvisado equipo, advirtió de las placas de hielo negro. Eva Martínez no tuvo tiempo de reaccionar y cayó. Rodó cerca de 700 metros, que aguantó estoica, tranquila. Cuando alcanzó a comprender lo que había sucedido, pensó en su sherpa. No sabía que había sido de él. Lo que sí sabía es que se encontraba sentada en una laja y bajo ella sólo se adivinaba un terrible vacío: «Miré hacia abajo y me sentí aterrada». Eva trató de encontrar su piolet: «Éste te protege, te ancla en cualquier accidente, te va guiando. Sin él estás poniendo en peligro tu vida». Una luz amarilla, fuerte, la sacó de sus pensamientos. Mike gritaba su nombre. La había encontrado. A pesar de ello, Eva, ya no estaba tranquila: «Me percaté de que sangraba por dentro de la boca y de que alrededor mía había bastante sangre. Mi mano izquierda ya no respondía, sentía mucho dolor, tenía las uñas inflamadas y amoratadas. Se estaban congelando. Se me dormía el brazo, había perdido un guante». Santiago Sagaste falleció en el Dhaulagiri poco después de la ascensión de Eva Martínez. Foto: Col. Santiago Sagaste Continuar con su camino Mike logró ayudar a Eva a descender hasta el Campo 3, desde donde, tras dormir unas horas, bajaron hasta el CB, para recibir asistencia de los españoles, quienes iban a tratar de ascender hasta el C3 para atacar la cima esa misma noche. El clima hizo que pospusiesen sus planes. El día 15, Eva, ya se encontraba en Katmandú y fue entonces cuando supo del accidente de Ricardo Valencia y Santiago Sagaste, sepultados bajo un alud dos días antes cuando dormían en la misma tienda. La austriaca Gerlinde Kaltenbrunner, que descansaba en una tienda cercana, sobrevivía a la avalancha. «Nos invadió una profunda tristeza», comentaba Eva antes de añadir, «agradezco nuevamente a la montaña que no quisiera que me quedase allí. Tenemos que ser realistas. Aquí abajo o allá arriba te puede tocar la muerte y hemos de estar preparados». Eva Martínez pasaba 20 días en Katmandú recuperándose. Perdió 10 kilos y sufrió amnesia y reconoce que el mejor homenaje para los que ya no están es continuar con cada camino. Ahora piensa en el Everest, su sueño, aunque primero deberá cubrir sus deudas. Tarea en la que la han ayudado los alumnos de tres escuelas mejicanas, logrando reunir 96.000 pesos. Fuente: La Jornada

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