Adrián Sánchez escala las 10 montañas más altas en América

Adrián en la cumbre del Walter Penk, la última de su aventura.
Foto: Col. A. Sánchez

Al comenzar febrero de 2009, partimos rumbo a la provincia de Catamarca, Fiambala nuestro ultimo pueblito. Tras meditarlo un rato decidimos partir al día siguiente directo a las grutas (4000 m.s.n.m.) muy cerca del paso San Francisco, donde un refugio muy confortable nos espera. Los primeros días algunos síntomas, termas y caminatas. Según las energías ascendimos los Cerros Morocho y Beltrán. Ya aclimatados y con dos camionetas 4x4 partimos a nuestro próximo campamento, pasamos por la coipa y en pocas horas las lagunas, flamencos y vicuñas eran el paisaje predominante. La huella fue desapareciendo, lajas y arenales dificultaron el avance. Explotó un neumático y con paciencia tocaba a cambiarlo. Tras seis horas llegamos al CB del Volcán Nacimiento, mucho viento y ningún lugar donde repararse fue nuestro campamento.

Los siguientes tres días nos dedicamos a trasladar el campamento, montamos un CB avanzado bien provisto. Al día siguiente al pie del glaciar montamos el C1, un paisaje increíble se convierte en el entorno ideal para planificar el ataque a la cumbre. Desde hace 6 días el viento no afloja, las tiendas se sacuden, los recuerdos de las otras ascensiones vienen constantemente, estamos a horas de terminar este proyecto. Son las 7 am partimos hacia la cumbre, la ansiedad me juega una mala pasada, duermo menos de una hora, el esfuerzo se siente y el viento no colabora. Llegamos al pie del glaciar sur, me acompañan Sol Arraez y Ezequiel Dorsa, el resto del grupo viene retrasado, ascendemos lentamente, tomamos todas las precauciones posibles ya que lo transitamos sin cuerda. El viento es intenso, pero la temperatura agradable. Al finalizar la travesía nos encontramos al pie de varios torreones, un laberinto nos lleva hasta el pie de la cumbre sur. Manteniendo altura y por nuestra izquierda bordeamos esta cumbre, atravesamos el glaciar de los Catalanes y comienza a asomar el portezuelo. Tras un descanso nos montamos a él y lentamente comenzamos el ascenso a la cima principal, la pendiente aumenta notoriamente, el terreno se vuelve incomodo, piedras de gran tamaño dificultan el avance. El GPS nos marca que ya estamos próximos a la cumbre. Varias torres se encuentran a nuestros alrededor, subimos una y tras unos intentos nos encontramos en una torre muy pequeña, solo entramos dos, miramos para todos lados, nos encontramos en la cumbre, no solo es la montaña de 6000 con menos ascensiones, es el final de este proyecto, las lágrimas se apoderan del momento. El viento es suave, las energías vuelven al cuerpo y mil recuerdos vuelven a florecer.

En la cumbre del Pissis.
Foto: Col. A. Sánchez

 

Empezar el camino
Los primeros picos que había ascendido fueron el Aconcagua y el Pissis en 10 días. Con muy buena aclimatación partimos al Pissis desde Fiambala Con Martín Ruiz Moreno (ARG) y Josefa Vázquez (ESP), llegamos al campo base por encima de los 4000 metros. Al día siguiente montamos el C1, llegamos agotados, pero tras ver que hay agua y no tenemos que derretirla las fuerzas vuelven al cuerpo. Comida, chistes y mate ayudan a que el día termine rápidamente. Como constante, por la tarde nieva copiosamente, solo para molestar, nada importante. Decididos partimos al día siguiente a montar el C2, el objetivo se encuentra a 6.350 m.s.nm. En el transcurso del ascenso nos sorprende una tormenta, tras no encontrar lugares para vivaquear nos desviamos de la ruta y montamos el C2 a 5.900, el lugar elegido es al lado de un nevé. Mientras esperamos el cambio derretimos nieve, hidratamos con muchas ganas, al final del día la tormenta termina y se abre la posibilidad de realizar un intento. De noche y con las linternas realizando su trabajo, partimos hacia la cumbre, el frío es intenso, en varias oportunidades con Martín necesitamos sacarnos las botas y recuperar un poco los dedos. La decisión del día anterior de desviarnos fue excelente, pero ese desvio nos obliga a subir un pedrero horrible, el terreno cede en cada paso y la arista se ve cada vez más lejana. Pronto la pendiente disminuye, se realiza una travesía al glaciar y por fin estamos al pie de la Cumbre Gendarmería Nacional y no muy lejos la principal.

Con las ultimas fuerzas ascendemos paso a paso, la nieve nos llega hasta la cintura, la fatiga es tan intensa como la alegría de estos últimos metros. Estamos en la cumbre, será la segunda o tercera de América, en este momento nada nos importa, nos abrazamos, disfrutamos y buscamos la cruz. En un rincón aparece, se encuentra tirada en el suelo, esta hecha con las varillas de aluminio de una mochila. Festejamos, foto tras foto, comenzamos el descenso, corremos hacia abajo pues el clima esta cambiando, la nevada nos sorprende a pocos metros del campamento, pasamos noche y a primer hora bajamos al base donde la camioneta nos estaba aguardando para salir directamente a Fiambala.

Fiambala y los penitentes
Comienza Aconcagua. De penitentes nos transladamos a Horcones y de ahí en 10 horas y 40 minutos nos encontramos en Plaza de Mulas, dormimos en la tienda comedor de Lanko, al día siguiente descansamos. Con muchas ganas y bastante cansancio partimos a Berlín. En 6 horas y 20 minutos estamos llegando al refugio, que se encuentra desocupados por lo que seguimos sin montar la tienda. Derretimos todo el día, la picadita nos entretiene la tarde, el sol desciende y las fuerzas también, nos acostamos temprano. De madrugada salimos, muy cansados y con mucho viento. A la hora, tras recibir muchísimos golpes, sufriendo un viento con ráfagas de mas de 70 km/h, que nos tira constantemente, desistimos de la cumbre y regresamos al campamento.

La frustración es inmensa y la idea de esperar la mejora se hace difícil. Tras hablarlo con Joseba decidimos darnos una segunda oportunidad. Al día siguiente con ráfagas menores salimos corriendo a toda velocidad (toda la que permite la altura) y en 5 horas y 40 minutos estamos abrazados, festejando. Minutos después encontramos un peruano en zapatillas que nos pide que confirmemos su cumbre al Guardaparque. Él llevaba 16 horas desde horcones (nosotros estábamos con crampones y él en Adidas). Le sacamos la foto y Joseba le pide que nos saque una, al mirarla y no gustarle le pide otras. El peruano gentilmente y sin impacientarse accede por más que necesitaba seguir corriendo para abajo. Descendemos a Berlín, recogemos el equipo de y continuamos para abajo. Al día siguiente lo celebramos con un buen Bife de Chorizo, papas fritas, bebida en abundancia y una buena cama en Mendoza.

Volcán Ojos del Salado
Este volcán Argentino-Chileno decidimos afrontarlo por la ruta normal de Chile, la más sencilla y menos atractiva. Los caminos llegan hasta el ultimo refugio (intransitable para vehículos esa temporada, pero muy cómodos para caminarlos). Nuestros vehículos, un Lada Niva y un Golf, nos llevan al Paso de San Francisco. Previo paso por las grutas cargamos gasoil y nos llevamos la primera sorpresa: no tenían nafta. Aduana y a Chile a conseguir nafta, llegamos a la laguna verde y la segunda sorpresa, tampoco había nafta. Nos quedaban más de 100 km para hacer aduana en Chile y volver al cerro. Dejamos el Lada y nos vamos muy apretaditos en el Golf.

Cambiamos información con otras expediciones, discutimos cual es más alto el Pissis o el Ojos, la conclusión: los dos son Argentinos. Al día siguiente Martín, con el Golf, acerca a Joseba y Fernanda Carricart al camino de subida, yo lo espero para que deje el vehículo y para llevar todos los bultos con el Lada. Alcanzamos a los chicos, cambian de lugar Fernanda con Martín. Martín y Joseba a pie, nosotros con Fer filmando y peleando con el vehículo, ya que se recalienta a cada rato. Tras pelear mas de media hora en un arenal verificamos que estamos a 100 metros de desnivel del campamento, el vehículo no tiene forma de subir, tablones, pala y malacate, se nos agotaron todos los recursos. Al rato pasa uno de los responsables de la empresa que administra el Ojos (por Chile), tras un par de bromas y ayuda nos dice que lo dejemos que no va a subir. Testarudos, descendemos y nos metemos por un viejo camino inutilizado de lajas, al rato econtramos un campamento nevado. Lo logramos.

Tras un día de descanso, partimos al C2, caminando por un viejo camino de coches llegamos al refugio. Unos viejos contenedores forman el refugio. Las comodidades parecen increíbles a esta altura (ojalá en Argentina no se les ocurra construir de estos). Momentos de tensión, tras la descompensación de un montañiista de otra expedición al que se le suministra oxígeno y evacuan rápidamente.

Tras dormir unas horas, a las 5 am parto hacia la cumbre. Martín y Fernanda esperarían un día mas y Joseba se demora, por lo que decido no esperarlo. El día no acompaña, el viento es intenso, hay mucha nieve en polvo, mover las piernas se dificulta y cuando la nieve vuela la visibilidad y los dedos sufren. El día no es el mejor, pero ya salí para arriba. Tras varias horas salgo al cráter, veo la chimenea cumbrera y observo que el viento se arremolina sobre ella dificultando mucho la escalada. Reacio a usar las cuerdas fijas, voy con ilusión a ellas ya que no siento los dedos. Para sorpresa, las cuerdas que la empresa esta encargada de mantener, dan miedo. Llevan meses a la intemperie, sería suicida usarlas. Tras los últimos metros, subo la chimenea, sobre el final se me atora la mochila, decido sacarla y dejarla. Unos metros más y por fin ... la cumbre. Escapo rápidamente pues el viento en ella supera los 70 km/h y comienzo a destrepar. Evito la tentadora cuerda (estoy convencido de que no aguantaría), sufro porque en cada agarre la mano se me abre sola, me cuesta aguantarme. Con esfuerzo y muchas dudas llego al pie de la chimenea y al mejor ritmo que puedo, comienzo el descenso, la sonrisa paso a paso se incrementa, por fin el refugio, el abrazo y los festejos.

Al día siguiente mis compañeros partirían hacia arriba.

Escalando en la sur del Mercedario.
Foto: Col. A. Sánchez

Sur del Mercedario
Mercedario: la pared sur nuestro objetivo, la vía de los Japoneses: la ruta elegida. 1600 metros de desnivel de glaciar la comprometen, con pendientes de 45 a 60 grados. Partimos desde San Juan hacia Barreal. Al llegar el cordón de los Ansiltas, ilusionados, nos dirigimos al servicio de mulas. Al día siguiente tras cargar todo el equipaje en las mulas y contratar una sillera para los cruces de los ríos, partimos hacia el CB, 70 km en dos jornadas. Paisajes increíbles, temperaturas insoportables... es la constante. Al llegar a destino contamos los petates y falta uno, el de los fierros. ¿Se habrá caído? ¿Se lo dejaron? Entre que ya nos robaron con el precio con justificaciones absurdas y demás, menos bonito le dijimos de todo.

Los próximos días fueron de aclimatación, en ese tiempo recuperamos los fierros y todo volvió a la tranquilidad. El campamento Pirca Polaco es un excelente lugar para estar, el único inconveniente es la altura, ya que estamos a 3.600. Se acaba la paciencia y vamos para arriba: C1 a 4600, subiendo por la morrena y peleando con los penitentes mas altos del mundo, je (mas de 3 metros). Montamos el campamento al pie del glaciar. Tras mirar la pared no entendemos como los Japoneses realizaron tantos campamentos, en la actualidad se realiza uno o dos en el glaciar, lugares no hay y ganas de realizar repisas menos. Tras hablarlo la decisión es llevar lo mínimo y no campamentos en el glaciar.

Al día siguiente las linternas alumbran el reloj, son las 2 de la mañana y estamos en marcha, muy livianos y sin encordarnos. Amanece, el glaciar es enorme, el sol comienza a calentar y aflojar la banda rocosa superior, las piedras comienzan a caer y tras 1.000 metros de recorrido son como balas, los cascos y los hombros reciben todo el castigo. Tras 12 horas sin descanso llegamos al C2 a 6.200 m.s.n.m. destruidos y felices. Armamos el campamento y sacamos la tentadora "polenta". Primera lección: a 6.200 no se cocina. Así que a dormir. Son las 10 am y recién salimos de las sacos, a las 11 estamos en marcha encordados y muy lentos nos dirigimos a la cumbre. En pocas horas estamos en ella. Fotos, más fotos, llamadas a casa y para abajo. Al llegar al campamento... lección 2: definitivamente la polenta no se cocina... segunda noche sin cenar. Regresamos al C1y al CB, tras esperar al arriero que nunca aparece. Dejamos todas las cargas y en una sola jornada a realizamos los 70 km y varios más hasta Gendarmería.

Ascensión al Huascarán.
Foto: Col. A. Sánchez

El gran nevado
El Huascarán, en la cordillera Blanca, en Perú, se muestra más sencillo tras una rápida aclimatación con algunas cumbres de 5000. Contratamos los burros y el porteador en el último puebo, avanzamos entre arbolés hacia nuestro primer campamento. El paisaje es increíble, el clima inmejorable. Al día siguiente por un terreno complicado para el peso que llevábamos, vemos que coger el porteador fue una excelente decisión. Tras unas horas estamos en el Refugio Don Bosco, realizamos noche fuera, montando la tienda en el pórtico. Partimos al C1 en el glaciar, la marcha es lenta y mi compañero está sintiendo los efectos de la altura. Al llegar al campamento, encuentro una cordada Chilena, y tras hablar con mi compañero que desiste de continuar, me acoplo a ellos.

Con las primera horas del día siguiente, nos encontramos escalando y peleando en un laberinto de grietas, nos dirigimos al Campo de la Garganta, el C2. El ritmo es aceptable, mis nuevos compañeros están técnicamente muy bien y físicamente el ritmo es muy similar. Descansamos, vemos como se vuela una tienda y queda al borde de una grieta (la rescatan), hidratamos, comemos y preparamos todo para la próxima jornada. Bien temprano y con varias horas de oscuridad por delante partimos. Una nevada nocturna tapa todo rastro posible, 6 europeos marcan la huella varios metros más alante, su ritmo es increíble, por más que nos esforzamos nos resulta imposible alcanzarlos, ciegamente los seguimos, saltando grietas, pequeñas escaladas y por fin lo logramos juntarnos con ellos, con una gran pared al frente. Se los ve discutir y nos comentan que no están en condiciones de seguir con esa pendiente (80 grados). Nosotros, sin pensarlo, nos ponemos a ello y tras cuatro largos con casi la misma pendiente, llegamos a la conclusión que esta no es la ruta. Los muchachos se equivocaron y nosotros los seguimos. Decidimos hacer lo más lógico, la cumbre es para arriba... Uno o dos largos más y comienza a nevar copiosamente. Se acabó, para abajo y mañana lo intentaremos de nuevo.

Durante el descenso, la nevada se intensifica, continúo toda la noche, casi 50 cm se han acumulado, las grietas mas chicas no se ven, la montañaa esta cargada, el lugar del campamento no se ve muy seguro y tampoco tenemos comida para esperar que la nieve se asiente. Para abajo con muchas precauciones, al mejor ritmo posible, tras una travesía una pequeña avalancha pasa por detrás del último de nosotros, y unos minutos después un ruido intenso y una gran nube nos envuelve. A 200 metros nuestro un cono de avalancha enorme es el saldo, sin pensarlo dos veces apretamos el acelerador y pasamos rápidamente. Unas horas más tarde estamos levantando el equipo del C1 y me reencuentro con mi compañero que me esperaba en el refugio. Descendemos a Huaraz y a descansar. Mi compañero parte a Buenos Aires y con poco descanso voy de vuelta con los Chilenos. Tras partir del C1 abortamos, el físico no nos da y yo no me quiero quemar, ya que de Perú no vuelvo sin la cumbre.

Tras un buen descanso y en solitario, parto de nuevo, planeando llegar entero, por lo que utilizo burros y porteador para todos los campamentos. La nieve es excelente, así que cambió la táctica radicalmente. Con equipo completo de plumas (marca CHT), ataco la cumbre de noche, muy liviano, con la huella marcada y el camino correcto. Las dificultades son casi nulas y en menos de 6 horas me encuentro en el punto mas alto de Perú, ¿solo? No, varios familiares me acompañan, esos que no están y en los momentos intensos en la altura uno los recuerda y siente presente.

Vista del Bonete.
Foto: Col. A. Sánchez

Al Bonete
Con una excelente planificación, partimos a la Rioja, en el camino el único vehículo 4x4 se rompió y hubo que dejarlo. Al llegar al ultimo pueblo no encontramos agua embotellada y tras preguntar si el agua de red es potable, cargamos 60 litros. Partimos hacia Veladero, intentamos aclimatar pero el viento no para, conseguimos un vehículo que nos lleve los 26 km que nos separan del CB, que se convierten en 30. En pocos minutos, por más que lo presentíamos, nos damos cuenta que estamos en el medio de la nada. Tras sacar la cartografía y triangular nos damos cuenta que estamos en otra cara de la montaña. Ir al base correcto es imposible, pro lo que buscaremos otra ruta para subir.

Tras dos días de aclimatación e hidratación, comenzamos a sentirnos cada vez peor: mucha acidez, se dificulta hidratar y comer. Comenzamos a bordear el macizo buscando por donde entrarle. Después de varias horas montamos un C1 al lado de unos penitentes y un pequeño hilo de agua. Al día siguiente, con mucha dificultad en lo físico, montamos el C2 en la ruta normal. Con mis compañeros Sol Arraez y Felipe Ribaya planteamos como nos sentíamos, tras el panorama oscuro, la decisión es subir al día siguiente para arriba, ya que si lo demorábamos lo más probable es que nos encontrásemos peor. Salimos temprano y al poco tiempo Sol desiste. Continúo con Felipe, muy lento pero constante, y de golpe encontramos una pared. Felipe decide treparla y yo bordearla. Este sería el ultimo momento que nos veríamos hasta el regreso. Hacia unos minutos que habíamos desistido de la cumbre principal y estábamos yendo por la Oeste, que suponíamos mucho más baja. Al coronar esta, me comunico con Felipe por UHF y me dice que le falta un buen rato, que para aprovechar el tiempo, me dirija a la cumbre que se encuentra enfrente. Muy agotado y parando cada 10 segundos, alcanzo la cumbre, miro para todos lados y no parece haber un punto más alto. Agarro el GPS y me marca que estoy en la cumbre principal, la felicidad es enorme.

El regreso se vuelve terrible, el agotamiento extremo hace que caiga dormido al suelo. El frió de la nieve en la cara ayuda a despertarme, mis compañeros me llaman para mantenerme consciente. El descenso sin vehículo de regreso es eterno. De regreso al ultimo pueblo nos dicen: "muchachos no tomen el agua que está contaminada". Ya era tarde, el costo había sido carísimo, pero el Bonete ya había pasado.

Durante la ascensión al Tres Cruces.
Foto: Col. A. Sánchez

Tres Cruces
Decidimos encarar este volcán por Chile, ya que se necesitan menos días que por Argentina. Partimos de Fiambala, pasando por el Paso San Francisco, Copiapo y directo al Tres Cruces. Tras convencer al chofer que suba el vehículo, llegamos a un lugar expuesto por encima de los 5.300. Allanamos el terreno, realizamos un picado y lo bautizamos "Campamento Argentina". Con comida y casi 60 litros de agua montamos nuestro base. Al día siguiente con todo en la espalda, partimos al portezuelo, atravesando penitentes y con grandes paisajes montamos el C1 al lado de una laguna. El tener agua accesible lo vuelve muy confortable.

Tras cenar e hidratar decidimos partir con varias horas de noche. La mayor dificultad del Volcán es encontrar un paso para superar un gran murallón ya que equipo de roca no habíamos traído, confiábamos en la info que Darío Bracali me había pasado hacia unos meses. Con la linterna y por un enorme nevé, el frió nos castiga intensamente, la intoxicación del Bonete y el agotamiento del Aconcagua hacen que mi cuerpo no esté en las mejores condiciones. Los dedos que sufrieron principio de congelamiento hace un par de años en el Sajama (Bolivia) estan sufriendo, el dolor intenso resulta inaguantable, los guantes térmicos que estoy usando no calientan, por lo que decido quitármelos para poder mover más los dedos.

El sol aparece y el dolor disminuye un poco, llegamos al frente rocoso tras pelear en un laberinto de piedras enormes e incomodas. Al llegar al mismo, ubico tres posibles lugares gracias a la info de Darío, superamos la pared. Grandes piedras y torres hacen imposible saber cual es la cumbre, vuelvo a coger el GPS y, evadiendo muchas falsas cumbres, llegamos a la principal. La felicidad no es suficiente, los dedos hace horas que me duelen; aviso a mis compañeros y comienzo a bajar lo más rápido posible pues así aumenta la circulación. Es en la bajada donde todas las expediciones muchísimo tiempo para encontrar una ruta adecuada. El tiempo dedicado a marcar el descenso dio sus frutos y en menos de 3 horas estoy en el campamento con los dedos fríos y raros. Al día siguiente descendemos al Campo Argentino y una gran nevada nos cambia el paisaje. La camioneta vendría a buscarnos y los médicos me trataría las manos..

Llullaillaco, el volcán sagrado de los Incas
La intención era realizar una expedición invernal del lado argentino, pero a pocos días de irnos una bronquitis cambió los planes, retrasando la fecha para los últimos días del invierno. Contratamos el transporte en la provincia de Salta, con una agencia de turismo con todos los papeles en regla, buena trayectoria, etc. Un desastre. Cada camioneta que nos pusieron se rompió, en total cinco, al dejarnos en el CB. No era la ruta Arqueológica, sino que estábamos en otra cara a 6 km de nuestro destino, cosa que negaron en primer momento y que luego reconocieron a la bajada.

Tras estas complicaciones, nuestro campamento no tenía lugares abrigados, estaba expuesto a los vientos que eran muy intensos. Al resignarnos, sabiendo que era imposible realizar la ruta deseada, cambiamos la logística y buscamos las mejores posibilidades. Un día de descanso y al día siguiente para arriba. Nos separamos en dos cordadas, comenzamos con viento y al rato le siguió una nevada. Montamos el C1 en una de las pocas planicies que encontramos al lado de un nevé. Nuestros compañeros con algunos síntomas se quedaron metros más abajo. El lugar donde nos encontramos no nos permite comunicarnos con ellos, la nevada es copiosa. Nos despertamos con intención de montar el C2 en la ruta incaica. Logramos comunicarnos y nos cuentan que uno de nuestros compañero pasó muy mal la noche y que necesitan ayuda para descender al base. Sin pensarlo salimos directo hacia ellos con el equipo mínimo. Al encontrarlos la situación no era la trasmitida, el que se sentía mal dominaba perfectamente la situación y el que trasmitió exageró demasiado, muchísimo.

Los ayudamos a bajar al campamento base. Al finalizar debíamos volver rápidamente a nuestro campamento ya que no teníamos nada. El esfuerzo realizado se sentía y el viento no colaboraba. Al llegar vemos que el sobretecho se estaba volando, cinco minutos más y lo hubiéramos perdido. Una intensa nevada fue el recibimiento y las energías agotadas el costo. Al amanecer decidimos trasladar el campamento, un día increíble nos acompaña, nos lamentamos varias veces que este tenía que ser el día de cumbre y una exageración nos lo había hecho perder.

Tras armar el campamento el viento nos vuelve a castigar, el precio es altísimo, se cobró las varillas. Nos encontramos próximos a los 6.000 metros sin tienda: imposible bajar en ese día. Montamos un vivac y pasamos la noche. Para las condiciones vividas, fue una buena noche, pero imposible intentar la cumbre. Descendemos directos al base, desilusionados, con bronca, hacemos otro vivac. Después de descansar ese día y el siguiente, las fuerzas reaparecen, el entusiasmo se acrecienta, evaluó posibilidades: la decisión ir solo (para no preocuparme por nadie), llevar lo mínimo (crampones, piolet, comida y agua), el abrigo todo puesto y salir bien temprano. El desnivel es de unos 1.500 metros, así que para ahorrar tiempo trazo una línea directa a la cumbre. Con la linterna alumbrando el terreno y a excelente ritmo, los primeros 500 metros los realizo en menos de dos horas. Con el amanecer, el viento comienza a surgir, pero el conjunto de plumas me brinda el reparo suficiente para no preocuparme. Supero los 6.000 y me doy cuenta de que el terreno no era tan firme como parecía; la marcha se hace un poco más lenta, pero encuentro el viejo camino inca, aunque lo ignoro y sigo directo a la cumbre, mi punto de referencia, el waipont que me paso Darío Bracali.

En los últimos metros la emoción me invade, los restos incaicos esos que todos vimos en los documentales se alzan ante mí. Es increíble, alucinante, por encima de los 6.600 metros, con camélidos y ropas básicas, realizaron todo esto y yo me encuentro muchísimo después, con más tecnología, mejor abrigo y destruido. Breve festejo y a correr.

Vista del Incahuasi.
Foto: Col. A. Sánchez

El cerro de una vida
El Incahuasi debe ser el cerro que más contemple en mi vida, las termas de las grutas, con la puerta en dirección a este coloso me ha permitido pasar horas en un entorno increíble, observando sus posibles rutas. Tras hablar con la Gendarmería que acababan de descender, nos comentan que con ganas de forzar el vehículo se puede llegar bastante alto y tras una breve charla decidimos realizar la misma ruta. Al día siguiente a primera hora partiremos.

Salimos con tres vehículos, ilusionados con la información y porque los neveros se ven cerca. Nos aproximamos lo más posible, levantamos campamento y pasamos la noche. Al día siguiente intentaremos montar el campo de altura al lado de los nevés. Varias horas de marcha nos hacen darnos cuenta que los nevés no se encuentran a la altura calculada y ya que nos encontramos sin agua tendremos que seguir ascendiendo. Para los menos aclimatados conciliar el sueño fue imposible y los síntomas fueron muchos. Los que descansamos, partimos hacia la cumbre bien de noche. La ruta elegida es incomodísima, caminar sin caerse en casi imposible, la falta de aclimatación y fuerzas no ayudan para transitar. Una caída de 15 metros de uno de los integrantes nos obliga a abortar. Solo habían pasado 2 horas, sigue siendo de noche y estamos como si hubiéramos caminado todo el día. Dormimos unas horas y descendimos a contemplarlo desde la terma.

Algunos volvieron a casa, con otros fuimos al Ojos del Salado y regresamos por él. La ruta elegida la misma, con Joseba Vazquez con muy buena aclimatación y el entusiasmo de la cumbre del Ojos, partimos a la base, en la misma jornada ascendemos y montamos el campo de altura. Hay bastante viento pero nos encontramos muy bien, el campamento a unos 5.700 metros es confortable y se encuentra mucho más resguardado que en el primer intento. Al día siguiente con muchísimo viento y excelente ritmo, en una hora ya superamos los 6.000 metros. Las ráfagas aumentan y el viento comienza a sacarnos las piernas del suelo; los golpes frecuentes hacen imposible continuar, por lo que nos retiramos desilusionados.

Cerca del mediodía ya estamos de regreso en las grutas. Joseba decide bajar a Fiambala a descansar. Me quedo para descansar unos días y luego intentarlo en solitario. Son las 17 proteja del viento. Dos horas de marcha y la visibilidad ya es nula: monto el primer campamento, con la idea de acampar al día siguiente entre los 5.800 y 5.900. Cuando inició la marcha me encuentro con que la pendiente es importante, algunos posibles lugares de vivac comienzan a surgir, pero se encuentran muy abajo. La pendiente aumenta y no hay otra posibilidad que continuar. Ya me encuentro por encima de los 6.000, me encuentro bien y decido asegurar el cerro, ir hasta el frente rocoso superior. Al alcanzarlo ya me encuentro a 6250, lo paso y la gran planicie antes de las cumbres no me ofrece lugares reparados, posibilidad de armar la carpa, Si.! Creo que hasta hay espacio para 5000 carpas, pero ninguno cubierto. El viento es el mismo del segundo intento, pero ahora noto como me castia más. Monto la tienda y paso toda la noche. Ésta vieja y hay pocas posibilidades que aguante las ráfagas de mas de 70 km/h. Una vez que amaneció, cansado por no dormir, parto a realizar los 400 metros que me quedan. En menos de una hora me llego a la cumbre, el viento es intenso, filmo y escapo.

Una vez en la camioneta, saco las piedras de debajo de los neumáticos, trató de arrancar y nada. Intento una, dos y mil veces... la camioneta no quiere saber nada. Como siempre el vehículo esta en pendiente por si pasa esto para arrancarla en movimiento. La empujo y al ser un arenal, no avanza, se entierra. Tras palear dos horas, el vehículo comienza a deslizarse, con cuidado tiro la pala dentro y me subo, avanza unos metros, toma un poco de velocidad y suelto el embrague... ¡Arranca! Sin darle oportunidad acelero, me tiro por la pendiente más pronunciada y en unas horas estoy comiendo un Bife de Chorizo con Joseba en Fiambala.

Los cerros ascendidos son:
Aconcagua 6962 m.s.n.m. Argentina
Pissis 6882 m.s.n.m. Argentina
Ojos del Salado 6878 m.s.n.m. Argentina - Chile
Mercedario 6770 m.s.n.m. Argentina
Huascaran 6768 m.s.n.m. Peru
Bonete 6759 m.s.n.m. Argentina
Tres Cruces 6749 m.s.n.m. Argentina - Chile
Llullaillaco 6739 m.s.n.m. Argentina - Chile
Walter Penk 6658 m.s.n.m. Argentina
Incahuasi 6621 m.s.n.m. Argentina - Chile

FUENTE: DESNIVEL.COM

Comentarios o sugerencias?
Sede Principal: Av. Prescott 295, San Isidro, Lima., TEL: +51 421 1562
  • Tatoo Adventure Gear Acepta Master Card
  • Tatoo Adventure Gear acepta Visa
  • Tatoo Adventure Gear acepta Diners
  • Tatoo Adventure Gear acepta American
Copyright © 2024, Tatoo Adventure Gear. Todos los Derechos Reservados.