Tragedia en el Himalaya
Santiago Sagaste era uno de los montañeros con más proyección de Aragón. Col. Santiago Sagaste |
Ellos ansiaban el Dhaulagiri. Formaban parte del grupo de montaña Exea, de Ejea de los Caballeros, un equipo ambicioso compuesto por Bruno Gaspar, Javi Serrano, Luis Royo, José Ángel Sánchez y ellos dos. Ahora han desparecido, sepultados bajo el inmenso abrazo de la montaña. A Ricardo Valencia y Santiago Sagaste se los tragó un alud, y de nuevo el mundo del alpinismo observa con luto las cumbres nevadas y con crespones de dolor maldice la inclemencia de los gigantes de piedra.
Eran tipos con roca en la sangre. Sagaste había sido nombrado mejor deportista del año 2006 por la Federación Aragonesa, gracias a su ascensión en solitario por una nueva vía al Kang-Yaze. Nacido en 1973 en Ejea de los Caballeros, desde muy joven se aficionó a los Pirineos. Se embolsó la Norte del Perdido, el Corredor de Gaube, el Corredor Norte del Margalida y las caras Norte y Noroeste del Taillón. Acumuló incontables clásicas antes de lanzarse al continente americano, donde junto a José Ángel Sánchez ascendía el Izthazihuit (5.100 metros) y el Orizaba (5.700), y alcanzaba su primer ochomil en el 2003, cuando hollaba la cima del GII.
Era uno de los montañeros con mayor proyección de Aragón. Recorrió Bolivia (Illimani), Ecuador (Illinizas Norte, por su cara Sur y nueva vía directa a cumbre con un desnivel de 65º en hielo y pasos de mixto de hasta IV+). Se unió a Ivan Vallejo para conquistar el Shisha Pangma, en estilo alpino y por su cara Suroeste. Anduvo por la India y los Alpes y bajo su mirada de agua pasaron las faldas y los caminos de las grandes montañas.
Vista del Dhaulagiri. Foto: mariomerelli.it |
Ricardo Valencia era profesional del transporte. Vivía en Salinas de Baigorti (Pamplona) y siempre mantuvo una estrecha relación con los alpinistas aragoneses. En su morral reunía ocho expediciones a ochomiles, habiendo alcanzado la cumbre del Cho Oyu en 2001, la del GII en 2003, la del Makalu en 2004 y la del impredecible Nanga Parbat en 2005. Veía la luz en el lejano 1959 y, como su compañero, se movió por las cordilleras más impresionantes como los Alpes, los Andes, el Atlas africano o los Pirineos.
Se encontraban en la tienda, a 6.400 metros de altitud, descansando en el Campo II y esperando para atacar la cumbre. El día anterior, una fuerte nevada dejaba espesores importantes sobre las capas de hielo y el alud no tardó en formarse. Se llevó por delante una de las dos tiendas que había en el Campo. En la otra aguardaban Javi Serrano y la austriaca Geerltinder Kaltenbrunner, que sobrevivían al accidente y eran socorridos por José Ángel Sánchez y Luis Royo, que permanecían en el Campo I.
Era el 13 de mayo y el comunicado oficial de la expedición no se hacía esperar:
"Como ya sabíamos, ayer emprendieron un ataque con intención de llegar a la cima. Durante esta jornada, Bruno, tras una indisposición digestiva padecida días atrás, que le había dejado bastante débil, comprendió que este no era su momento, retornando al base antes incluso de alcanzar el campo 1. Empeñarse en continuar, sin estar en condiciones no podía servir más que para estorbar los movimientos de sus compañeros. Ahora desde el base, su labor no será menos importante, servir de enlace entre el resto de la expedición con la radio, y nosotros mediante el teléfono vía satélite es una tarea más humilde e ingrata, pero como digo no menos importante. Respecto a los demás, la situación es la siguiente: En el campo 1 se encuentran José Ángel, Luís y un amigo australiano que ascendió con ellos. En el campo 2 se encuentran Santiago, Ricardo, Javi y la austriaca Geerltinder. La nevada de esta noche ha dejado 20 cm. en el base y 80 cm. aproximadamente en los campos superiores. Esto complica enormemente la situación en el caso de los que se encuentran en el campo 1, ya que tendrán que hacer un enorme esfuerzo de abrir huella para poder alcanzar el campo 2. En el caso de los que están en el campo 2, a nada que comience a mejorar el tiempo (esta anunciada una mejoría para el domingo-lunes), ascenderán al campo 3 para intentar el ataque a la cima. Ellos saben que es su ocasión, el tiempo se acaba y posiblemente sea tarde para preparar otro ataque si tienen que retornar al base. Estas son horas importantes para la expedición".
Ricardo Valencia iba en busca de su quinto ochomil. Foto: Col. Ricardo Valencia |
Poco después se añadía:
"Se trataba de una feliz expedición de amigos [...] Han sido momentos muy duros y amargos los que nos esta tocando vivir, pero queremos agradecer de todo corazón a todos los que nos han apoyado y ahora nos consuelan. Muchas gracias y sentimos daros tan triste noticia".
Ricardo ya conocía aquella zona. El año pasado, por estas mismas fechas, andaba por el Dhaulagiri en compañía de Carlos Pauner, Raquel Pérez y Guillermo Barbier y estuvieron a punto de fallecer en un accidente de helicóptero cuando capitulaban ante la Montaña Blanca. "Ricardo conocía aquella zona. Es un campo muy peligroso, propenso a aludes. El año pasado pasamos mucho miedo, pero, bueno, al final no pasa nada... Ahora, la mala suerte les ha tocado a ellos. Así es la montaña...", recordaba Barbier, gran amigo de Valencia.
Así es la montaña. La que nos muestra su cara amarga o su tranquila templanza, la que es capaz de dejar al hombre asomarse al éxito o arrebatárselo en el Momento Amargo. "Nos hemos llevado un palo tremendo. Es la pérdida de un íntimo amigo y se nos hace difícil pensar que no le volveremos a ver nunca más", continuaban las palabras de Barbier.
La primavera sopla cruel en el Dhaulagiri. Egocheaga se recupera en casa de las congelaciones que sufrió tras hollar la cumbre y caer 800 metros durante el descenso, precipitarse a una grieta y salir de ella para pasar la noche al raso en plenta, entre la nevada y el vendaval, y milagrosamente encontrar el C1. Sergio Dalla Longa fallecía al romperse el cuello a 15 minutos de la cima cuando se le soltaba un anclaje del crampón. Hoy la montaña se ha llevado a Sagaste y Valencia y su recuerdo permanecerá en aquellas laderas, en su tierra y en su gente y hará un poco más fuertes a los que vengan detrás.