Ivan Vallejo se acerca a la cima del Annapurna

Jueves 26 de abril:

Todo el equipo, sherpas incluidos, subimos a dormir en el Campo 1. 

Viernes 27 de abril:

Desmontamos el Campo 1 y nos movemos al sitio del Campo 2. En un lugar protegido por un serác (bloque de hielo) a 5 500 m, plantamos nuestra mega tienda. Este es el C2.

 

Sábado 28 de abril (primer día clave):

Nos enfrentamos al Cono de hielo, lo escalamos y fijamos los primeros trescientos metros de cuerda. Regresamos felices al C2.

 

Domingo 29 de abril (segundo día clave):

Continuamos con el trabajo en el Cono. A las diez de la mañana estamos en el punto alcanzado el día anterior, a partir de allí fijamos dos cientos metros más de cuerda en unos tramos de hielo muy empinados y bastante comprometidos. A las 13h10 alcanzamos  6 150 m,  dejamos un depósito de cuerda y bajamos. Somos felicidad absoluta, hemos resuelto lo más delicado y difícil. Descansamos en el CB.

 

ZWEIG, EL ANNAPURNA Y MIS MIEDOS

Estar aquí es un verdadesro lujo

Además del sinnúmero de incomodidades que tenemos que vivir por realizar nuestro ejercicio en cotas tan altas, está también la molestia del reducido espacio en las tiendas de altura: apenas tres metros cuadrados para malvivir. Allí protegemos nuestro equipo de escalada, descansamos, cocinamos, comemos, lavamos la vajilla y, cuando se puede, dormimos. Esto quiere decir que ese chiquerito (y esto a mi me va de maravilla porque soy Chancho de Tierra en el horóscopo chino) en un dos por tres se transforma de bodega en diván, de diván en cocina, y de cocina en dormitorio. Pero ahora hemos traído hasta el Campo 2, con la ayuda de los sherpas desde luego, una mega tienda de cinco metros de diámetro y un poco más de dos metros de altura; ya armada toma la forma de una semiesfera que hemos llamado “La cúpula del amor”, al fin y al cabo, que más se puede esperar de una diva y cuatro galanes como nosotros ¿Verdad? Ustedes se podrán imaginar las piruetas y las contorsiones que tenemos que hacer para movernos y vestirnos en las ratoneras que comúnmente tenemos por tiendas. En ésta, en cambio, podemos vestirnos de pie, es posible cocinar con dos hornillos y con ollas grandes.

Poder hacer esto a 5 500 m es un verdadero lujo.

 De camino al C2 llevando a cuestas nuestra casa ambulante.
Al fondo, uno de los múltiples glaciares
que se van rompiendo durante el día.

 

Un acto fraterno bajo las estrellas

La cena no estuvo mal: arroz precocido con bastante aceite de oliva, bonito del norte y sal sin discreción. Ya, ya sé que el exceso de sal es malo para un montón de cosas; pero, ¿ustedes son capaces de comer algo desabrido? ¿No, verdad? Yo tampoco.

De postre hubiera sido bueno un Milito con leche pero se nos ha olvidado en el Campo 1 la bolsa con Milo (eso si es una pena para mi gusto), elijo pasar el antojo con un Cola Cao y me lo tomo remojando galletas.

Como esta jornada ha sido la de los olvidos, el Fercho ha colaborado dejando en el CB la botella de hacer pis que compartimos en los campos de altura. Con esa ausencia (que es más grave que la del Milo) no nos queda más que pedirle a la vejiga, aunque le resulte incómodo, que haga su último esfuerzo inmediatamente y se olvide de nosotros hasta mañana; afuera de la Cúpula del Amor, Fercho, Ferrán y yo, haciendo pis bajo las estrellas. A pesar del frío tenemos tiempo para buscar a Orión y encontrar el cinturón, la espada, los brazos y las piernas; más allá, la Osa Mayor brillando con sus siete estrellas. Me acuerdo entonces haber leído que el acto más fraterno de Pablo Neruda con Oswaldo Guayasamín en Quito fue invitarle a mear juntos en la calle, al raso, bajo las estrellas.

 Zweig y mis miedos

Los cinco tumbados en el piso de la tienda, hundidos en las bolsas de dormir. Ferran lee una novela en francés, La prochaine fois, Asier y Edurne calladitos intentando dormir, Fercho escuchando música de mi MP3 y yo, en mi cueva de plumas con Stefan Zweig en las manos. Es cierto que Zweig ya murió, suicidándose en Brasil, pero lo que nos dejó escrito es formidable; esas biografías especie de tratados sicológicos o esos análisis sicológicos especie de biografías. Por él sentí tanta pena cuando María Antonieta fue llevada hasta el cadalso, o  repugnancia por Fouché quien, como astuto político, siempre le fue fiel… a la mayoría. Zweig también me llevo de la mano para descubrir  a los protagonistas de los momentos estelares de la humanidad. Hoy a 5 500m en el Annapurna trato de leer Tiempos y Mundo pero no puedo concentrarme. Él está intentando describirme la belleza de Viena, quiere explicarme por qué los ingleses son tan flemáticos, pero no le entiendo, o más bien, ¿no le atiendo? Como un acto de obligación intento concentrarme en las palabras y en las ideas de Zweig pero no puedo, no me queda más que aceptar la angustia que me acompaña pensando en lo que tenemos que resolver mañana, la parte más peligrosa y delicada de toda la ascensión al Annapurna. Me da pena por Zweig pero lo dejo a un  lado. Tengo que masticar y metabolizar mi angustia.

De las pocas veces que he rezado

Por este lado norte subieron Herzog y Lachenal la primera vez en 1950; cómo es lógico llamaron Francesa a su ruta, En aquél entonces, supongo que por la abundante cantidad de nieve que existía, no había el peligro de avalanchas que hoy existe. Con el paso de los años esa ladera ha quedado desnuda de nieve y hoy resaltan aquí y allá unos gigantescos serács (bloques de hielo) que imperceptiblemente se van moviendo, van reptando hacia abajo, pero como no tienen conocimiento ni sutileza en hacerlo, de repente se despedazan, se lanzan al vacío estrepitosamente y en esa caída van arrasando todo. Miles de toneladas de nieve polvo y bloques de hielo en desbandada, eso es el caos, es el desorden, el susto, y si estás allí, es la muerte. Por obvias razones, por allí no vamos a subir.

A la izquierda de la ruta francesa se forma una especie de embudo con el vértice apuntando al valle, hacia abajo. En su parte superior hay un serác descomunal y enorme colgando hacia el vacío, con su cara de hielo pulido como el diamante queriendo arrojarse, cansado de luchar contra la implacable ley de la gravedad. La otra cara del embudo es una pared empinada de rocas y hielo que se yergue vertiginosa y soberbia

hasta dar en unas lomas de nieve más humanas, más terrenales. Nosotros escalaremos por esa pared. Si por desgracia el cansancio de ese serác llegara a su límite, toda la estructura, desecha en mil pedazos, irremediablemente iría a dar al vértice del cono. Por allí se escaparía el desorden, el estruendo, el caos y posiblemente la muerte: Por ese punto, el más lógico. Al fin y al cabo la naturaleza puede ser cruel pero también es inteligente.

Para encaramarnos en el lado izquierdo del embudo por donde vamos a escalar,  hay que  pasar primero debajo de la vía francesa y luego, para completarla, deberemos meternos  en el mismísimo vértice, con semejante edificio de hielo encima de nuestras cabezas, hasta alcanzar la otra ladera del cono. Así llegaremos a buen recaudo.

Zweig a un lado, mi linterna encendida, yo sumido en mis pensamientos y mis angustias. El único alivio que me queda es saber que esta sensación es colectiva, es de los cuatro, de Edurne, Asier, Fernando y mía. Ferran sigue leyendo su novela en francés. Él ya escaló el Annapurna, él ya llegó a la cima el 29 de abril de 1999 por esta misma vía. Cuando le pregunté que sintió las veces que tuvo que pasar por el cono, lacónicamente me respondió: Yo he rezado muy pocas veces en mi vida, esa fue una de ellas.

Apago mi linterna, me hago un ovillo dentro de mi saco de dormir  y trato de irme a través de Orión, al otro lado del mundo.

Mañana me presento ante el Cono.

 
Lo que tenemos que resolver.
Ese enorme bloque de hielo justo por encima del número 6 150
es lo que nos preocupa durante la ascensión.
Ya se imaginarán por qué.

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