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Achille Compagnoni, falleció a los 94 años

El 31 de julio de 1954 Achille Compagnoni y Lino Lacedelli ponían sus pies por primera vez sobre la montaña más deseada del mundo. En realidad, Italia entera, todavía rota por los efectos de la sincultura del fascimo y la brutalidad de la II Guerra Mundial, los ponía. Y se lo arrebataban, nada menos, a la todopoderosa América, que subvencionaba a Europa con su plan Marshall. Para ello habían designado como jefe absoluto a Ardito Desio, quien delegó en Compagnoni la responsabilidad en altura con el claro objetivo de lograrlo.

Escalado el Annapurna por Francia en 1950, el Everest por la Gran Bretaña en 1953, al igual que el Nanga Parbat por la gloria austroalemana, el único objetivo mayor era el K2. Se lo disputaban Estados Unidos e Italia. Para los americanos resultó un duro golpe perderlo y desde el otro lado del Atlántico no dejó de promoverse el saber qué había pasado realmente en aquella expedición. Poco menos que tuvieron que esperar a 1969 para conseguir su Luna.

Descorridas las cortinas de los días de gloria, durante más de 50 años los sucesos escondidos causaron una honda y larga polémica. El abandono de Bonatti y Madhi en un vivac del cual lo más normal es que no hubieran salido vivos, la acusación por parte de Compagnoni y Lacedelli de que Bonatti había consumido parte del oxígeno de las botellas que transportaba con el hunza y por eso se les había acabado antes de llegar a la cima, varios juicios en los tribunales…

Compagnoni, recibió la Medalla de Oro al valor civil en 1954 y fue nombrado Caballero de la Gran Cruz, Orden al mérito de la República italiana, en 2003. Además de tener su hueco con el relato del ascensión en el libro de Ardito Desio, la versión oficial, “La conquista del K2”, dos libros: "Hombres en el K2", en 1958 y "K2: conquista italiana entre historia y memoria", en 2004. También en 2004, Lino Lacedelli publicaba un libro en el que reconocía que el oxígeno duró hasta la cima, que Bonatti tenía razón, y que todas las decisiones habían salido del jefe en altura, Compagnoni. En junio de 2008, el Club Alpino Italiano publicó “K2, una historia finita” (K2, una historia acabada) en la que también reconocía cada una de las tesis defendidas por Bonatti.

Los últimos días del K2
Los días peores y el mal tiempo pasan. Superan la Chimena House y colocan su parte de cuerdas fijas de un total de 4.000 m. Instalarán un campamento 6 a 7.300 m con el correspondiente acarreo de cargas, antes de que el 18 de julio alcancen el borde del Hombro, a 7.500, su C7. Los riesgos se suceden, con alguna caída detenida a tiempo incluida.

Diez días de trabajo titánico después, han conseguido superar 200 metros de desnivel. Parece poco pero era la diferencia entre su C7 y el C8 (7.700), el lugar donde la tarde del 29 de julio los alpinistas ultiman los complicados detalles del asalto a la cima. Ahí están Compagnoni y Lacedelli quienes se recuperan de no haber podido montar el C9. Ahí están también Bonatti y Galloti, los únicos que han conseguido subir cargas (dos de sus equipos de oxígeno de circuito abierto pero sin botellas, comida y material) desde el campamento 7. Las botellas quedaron por el camino ya que los demás porteadores habían superado el límite de sus fuerzas. Para lograr el éxito, debían ocurrir dos cosas: el 30 de julio, dos cargas de oxígeno (20 kilos cada una), que habían quedado en las inmediaciones del C7 a 7.500, tenían que subir hasta el todavía inexistente C9, que la otra cordada tendría que instalar entre tanto.

Allí, escribe Bonatti en Montañas de una vida, Compagnoni –a quien describe como bastante agotado–, le dijo: “Si mañana en el campamento 9 sigues en forma quizá tengas que ocupar el puesto de uno de los dos”. Por su parte Bonatti asegura que se debatía entre la evidencia de tener que sustituir a Compagnoni en su papel de abrir vía al C9 y el temor de que, en su lugar, no consiguiera transportar la carga a dicho campamento. Con el tiempo, Bonatti será acusado de poner en peligro la vida de Madhi con tal de subir él a cima.

Compagnoni no hace la mínima mención a este momento en su relato original. El día 30, está con Lacedelli a las 3 de la tarde con la tienda instalada “casi a 8.100 metros”, que serán en realidad 8.150; otro de los puntos que formaron parte de la polémica. Compagnoni asegura que el lugar inicial era peligroso, y Lacedelli terminó reconociendo que fue cosa de Compagnoni.

A esa hora, Bonatti, Abram y el único hunza en condiciones de ayudar, Madhi, están todavía lejos de alcanzarles. Abram se baja y la noche se cierra antes de que, por segunda vez, consigan cruzar unas palabras con los compañeros de arriba. Si antes ya había divergencias, la historia va a separarse radicalmente. Pero aún hay algo en lo que coinciden ambas versiones: era una temeridad subir de noche desde el punto donde Bonatti y Madhi vivaquearon y dejaron la carga de oxígeno –lugar hasta donde al día siguiente Compagnoni y Lacedelli tuvieron que bajar para continuar a cima por otro camino–, hasta el sitio del C9.


Sobre la conversación a gritos hay una fuerte controversia. Bonatti está convencido de que los de arriba entendieron perfectamente que no estaban en condiciones de bajar. Y eso significa que les dejaron que se las arreglaran solos cualquiera que fuera su decisión. Lacedelli y Compagnoni aseguran que creyeron que seguirían sus instrucciones de dejar el oxígeno y bajarse. Para ellos fue toda una sorpresa comprobar que alguien había pasado la noche al raso. Lo supieron a la mañana siguiente, cuando descendían a por las botellas de oxígeno y vieron que alguien bajaba hacia el campamento 8.

Esta historia, en lugar de quedar zanjada tal vez como habría querido Bonatti, con una disculpa en el campamento base –y, por supuesto con otra versión de la historia escrita–, se fue enrareciendo con el tiempo y con unos juicios que le fueron dando la razón sobre diversas acusaciones como la de haber consumido el oxígeno de las botellas.

A continuación, Lacedelli y Compagnoni siguieron penando hacia cima. Lacedelli superó a más 8.000 metros, sin crampones ni guantes, los pasos de III que habían hecho caer a Compagnoni. Según la versión oficial del libro de Desio, el oxígeno se acabó, a pesar de lo cual continuaron sin desembarazarse de las botellas. Sus explicaciones, como ya sentenció un tribunal italiano y la reaparición de fotos de cima donde uno aparece con la máscara puesta, carecen ya por tanto de importancia.

Sufrieron para subir, no cabe duda, y sufrirán la bajada. Eso es heroicidad. Ese día de cima padecieron la tensión de abrir vía, de caerse sin consecuencias más por fortuna que por otra cosa, de no comer ni beber nada salvo una píldora de simpatina, la única vez que recurrieron a un estimulante (luego tomarán un trago de coñac que se les sube a la cabeza). Sus dedos ya habían ennegrecido cuando se encuentran con los compañeros en el C8. No sólo a Achille, también a Madhi le tendrán que amputar. Terminaron una guerra, comenzaba otra.


Por Redacción digital       digital@desnivel.es

 

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